domingo, 3 de agosto de 2014

LA GUARDIA TEMPLARIA GARANTE Y SALVAGUARDA DE LAS TRADICIONES JUMILLANAS

CON LA BANDERA DE ESPAÑA A LOS PIES DE LA VIRGEN


 

Un pueblo fiel, y defensor de sus tradiciones e historia, en la vigilia del domingo tres de agosto se volvió a congregar ante las puertas cerradas de la ermita de San Agustín (s. XVI) para testimoniar su cariño a la virgen patrona de los jumillanos, la Santísima Virgen María de la Asunción, en una clara lucha contra el diablo perverso y malandrín que, año tras año, intenta boicotear sus tradiciones y patrimonio histórico y cultural, quinta esencia de la razón de ser de un pueblo murciano llamado Jumilla, que por duodécima edición, con el temple de sus gentes, muy nobles y muy leales,  arropó a la Guardia Templaria a la Virgen, evento enmarcado en la XI Cruzada Cultural de la bailía templaria de Jumilla, compendio anual de actividades culturales, religiosas y lúdicas que la Asociación Templarios de Jumilla creó en 2003 en observancia y cumplimiento del contenido, único en el mundo, de las Actas Capitulares del Concejo de la Villa de Jumilla fechados en 1614, 1615 y 1616.

Los milites Christi del municipio murciano famoso por el temple de sus vinos, que tienen al sacro inmueble, propiedad del pueblo bajo administración municipal, como la capilla Sixtina de los jumillanos, morada de la Virgen patrona, puntuales como un Longines de la precisión instalaron su campo de batalla "a muerte" contra las fuerzas del mal empeñadas a toda costa en dinamitar la ilusión, fe y cariño por aquello que identifica y distingue a un pueblo. El comportamiento de sus gentes frente a sus tradiciones.

Ante la ausencia del bien material de la imagen yacente de Nuestra Señora de la Asunción, los Soldados de Dios, en la penumbra de la bella rotonda, colocaron el lucernario de sus modestos candiles, exhibieron  una fotografía  de la primitiva virgen que se remonta al año 1935, único documento gráfico que poseen ya que la imagen original fue quemada en el transcurso de la Guerra Civil española del 1936, y a los pies de la Virgen, la bandera de España, el sello del Temple Jumillano y la calavera que tanto identificó a la Milicia de Cristo para recordar a hermanos, hermanas y peregrinos que la muerte nos iguala a todos, formaron la escenografía principal, mientas que en el muro Este de la ermita, escudos de la Orden del Temple y caballería, junto con una treintena de banderas enviadas en 2003 por las alcaldías presidencia de una treintena de municipios murcianos para formar la Guardia de Honor a la Virgen, fueron expuestos boca abajo en señal de protesta por el comportamiento del Ayuntamiento de Jumilla que, según los templarios, hace caso omiso a la tradición enmarcada en el calendario Canónico al consentir que la imagen yacente de la virgen no esté ubicada en la ermita el día que le corresponde el traslado.


Al inicio y fin de la Guardia, retumbó el trueno de la pólvora, para asustar al diablo,  en una noche jumillana en el que la bóveda celeste se mostró con todo su esplendor, propio de las tierras del Altiplano murciano, sólo rasgado por el lanzamiento de cohetes mudos que trazaban palmeras multicolores con predominio blanquiazul, los colores de la Virgen, y a las tres de la madrugada, con otro cohete bomba,  el Temple de Jumilla testimonió su recuerdo a Jacques de Molay, el último gran maestre de la Orden del Temple,  al cumplirse el setecientos aniversario de su muerte en la hoguera de la Inquisición (marzo 1314, Isla de los Judíos frente a Notre Dame . París), también entre sequillos y vino dulce de la bailía jumillana, el típico alimento templario con que obsequian al peregrino.